Los pronósticos se cumplieron y el Bayern eliminó al Barça en los cuartos de final de la Champions. La derrota azulgrana se podía intuir por cómo llegaban los dos equipos, pero nunca nadie se podía imaginar que la humillación fuera de tal magnitud. El partido de ayer pasará a la historia como la derrota europea más humillante de la historia de la entidad. Cuatro goles había encajado el conjunto de Quique Setién en la primera media hora de juego y cuatro más en recibió en la segunda parte. Ocho goles que ponen fin de manera obligada a un ciclo.
El lamentable partido de Lisboa del Barça fue la culminación de una temporada más que deficiente en todos los estamentos de la entidad. Los azulgrana tirar la liga después del confinamiento, poco más que regalándole al Real Madrid, y cayeron con estrépito en Europa contra el primer rival potente que se encontraron. Desde 2008, en la última temporada de Frank Rijkaard, el Barça no se quedaba en blanco. Aquel fracaso supuso un cambio de ciclo y la llegada de Pep Guardiola en el banquillo. La derrota de este curso debe suponer una sacudida importante en muchos niveles, porque la apuesta del presidente durante el mes de enero, con un cambio de entrenador, según él para tratar de cambiar la dinámica del vestuario, ha fracasado. Las elecciones a la presidencia, en principio, tendrán que esperar un año, pero los próximos días serán convulsos en el ámbito institucional. Un nuevo cambio de entrenador es obligado. Setién, sin la confianza de la plantilla y habiendo demostrado que tiene poco de cruyffista o que, como mínimo, ha tenido que renunciar a sus principios, tiene los días contados.
Habrá que ver si Xavi recibe la hoja en blanco que no le dieron en enero y acepta el cargo o bien se apuesta por un técnico que quiera fichar por un año, como Pochettino o Allegri. Y luego está la plantilla, más que envejecida y con muchos jugadores que no están a la altura. Son un montón, los cambios que deberían hacerse. En todas las líneas. Hay valentía en la toma de decisiones. La valentía que ha faltado en los últimos veranos. Pero aquí el problema es el dinero. En la deficiente planificación deportiva de los últimos años, se añadió la crisis económica. El Barça ya tenía problemas antes de la crisis del coronavirus, pero la pandemia les ha agravado y parece difícil que se puedan hacer todos los cambios que se necesitan. En la caja hay telarañas.
La humillación de Da Luz comenzó muy pronto, en el minuto 4. Antes, sin embargo, ya se había confirmado que la planificación deportiva de los últimos años ha sido muy deficiente. Tras la marcha de Neymar, el club se ha gastado unos 400 millones de euros para cubrir la dolorosa baja del brasileño. Dembélé, Coutinho y Griezmann comenzaron ayer el partido en los banquillos de Da Luz. El brasileño, en la del Bayern, club al que está cedido y que el volverá después de la Champions.
El Barça ha concedido un montón de oportunidades en cada partido esta temporada. Ayer no fue una excepción. Y el Bayern, una máquina alemana que no pierde desde el 7 de diciembre y llegaba al enfrentamiento después de 26 victorias y un empate en los últimos 27 partidos disputados, no perdonó. Pérdida de balón de Sergio Busquets, buena combinación entre Lewandowski y Müller, y gol del alemán.
Por unos momentos pareció que el Barça podía reaccionar y hacer daño a la defensa del Bayern. Los de Setién encontraban espacios a su espalda. Boateng había evitado un remate de Suárez antes del gol alemán y en el minuto 7, en su intento de evitar también el remate del uruguayo tras un centro de Alba, Álava batió Neuer. Poco después, el portero del Bayern envió a córner un remate de Suárez y un centro envenenado de Messi acabó tocando el palo después de que ninguno de los cuatro jugadores del Barça que entraban al remate pudieran tocar el balón. No fue la única aparición de Messi en esta fase del partido. El argentino hizo una gran jugada individual que culminó mal.
Allí se acabó todo. El Bayern pasó por encima del Barça. Físicamente y tácticamente en diez minutos que sentenciaron el duelo. Tres goles alemanes entre los minutos 22 y 31. Perisic, Gnabry y otra vez Müller perforaron la portería de un Ter Stegen desconocido, que no pare ni una y que no dejaba de regalar balones con los pies a sus compatriotas.
La segunda parte ya sirvió de poco. Griezmann entró por un Sergi Roberto errático, como todos sus compañeros, que había salido a la fotografía del segundo gol, como Lenglet había salido en la del tercero. Con el Bayern levantando el pie del acelerador y pensando ya en la semifinal del miércoles, el Barça pudo entrar mínimamente en el partido gracias a un gol de Suárez. Era un espejismo. Para que el Bayern volvió a mostrar su superioridad cuando quiso. El partido de Semedo en su regreso en La Luz también fue para olvidar. El portugués sufrió mucho con las subidas de Davies, que lo destrozó en dos jugadas consecutivas. Una acabó con gol del otro lateral, Kimmich. La segunda, calcada, salió por encima de la portería de Ter Stegen de milagro.
Y aún estaba por llegar lo peor, unos últimos minutos vergonzosos en los que el Barça dejó de competir, en el que se arrastró por el terreno de juego. Como en Roma, como Liverpool. Pero la derrota de Da Luz aún fue peor. Pasará a la historia negra del barcelonismo. Casi sin querer, el Bayern aún hizo tres goles más, dos de ellos, por si fuera poco, de Coutinho. El Barça tocaba fondo. Humillación, ridículo y vergüenza, ayer. Valentía para tomar decisiones, desde hoy mismo.