Recientemente os presentamos, coincidiendo con el estreno de los primeros capítulos, el documental “The Last Dance”, centrado en Michael Jordan y su paso por los Chicago Bulls. Pues bien, han pasado las semanas y se han ido sucediendo los estrenos de toda la serie, hasta el décimo y último, que pasó a estar disponible el pasado 18 de mayo.
El proyecto ha sido un éxito, tanto en reproducciones como en valoración de sus espectadores (ha conseguido una nota de 9,2 en IMDb, que la sitúa como la decimocuarta mejor serie de la historia).
Su fórmula de dar saltos en el tiempo, alternando los primeros pasos de la estrella en baloncesto hasta la disolución del histórico equipo, allá por el 1998, ha funcionado a la perfección para narrar el relato de cómo ese conjunto ganador se convirtió en leyenda, guiado por Air Jordan que logró que la franquicia, durante su paso por ella, consiguiese 6 anillos de campeón.
Aunque todo empieza con los últimos días de Jordan, Phil Jackson, Pippen, Rodman y los demás, junto con las disputas con la dirección de los Bulls, rápidamente pasamos a ver cómo fue el inicio de la relación de la estrella con la franquicia de Chicago.
En 1984 los Chicago Bulls eligieron en la tercera posición del Draft de 1984 a un Michael Jordan que contaba con algunos premios universitarios y venía de la Universidad de Carolina del Norte. Y a partir de ahí, es cuando la bola cayó dentro del juego y comenzó la ruleta a girar. No es que la elección fuera una apuesta a ciegas, viniendo con la trayectoria ascendente que sus números mostraban: es que era difícil imaginar que llegaría a ser el Rookie del año, pero mucho más complejo era dilucidar la deslumbrante estrella en la que iba a convertirse.
La llegada de Jordan implicó sacar a la franquicia de un pozo de malos resultados y auparla hasta ser el, probablemente, mejor equipo en décadas. No sólo con números de vértigo para el jugador, sino también para todo el equipo, que ganó, como ya hemos dicho, seis anillos de campeón con el escolta en sus filas.
Pero todo esto es historia. E, incluso, historia conocida: sus duelos en playoffs y finales (de conferencia o de campeonato) frente a los Pistons (los Bad boys), los Lakers de Magic, los Celtics de Larry Bird, los Knicks de Ewing o los Jazz de Karl Malone; los números estratosféricos de Jordan; las anotaciones en el último minuto, …
Lo que de verdad interesa del relato es conocer la personalidad de la estrella, cómo vivió todos aquellos retos, cómo empujó al equipo, qué había detrás de los bastidores… Y responder a la tan ansiada pregunta: ¿Era Jordan un ogro?
¿Quién es Michael Jordan?
La respuesta dependerá de cada espectador. Pero en mi humilde opinión, mi valoración es que no. ¿Era enfermizamente competitivo? Sí. Hasta un punto desquiciante: llegaba a fantasear con que alguien le había dicho algo para salir motivado a aquella final. Se fijaba en comentarios insignificantes para aumentar la rivalidad (y si no, que se lo pregunten a Clyde Drexler o a Tony Kukoc).
¿Picaba a sus compañeros de equipo? Por supuesto. ¿Los regañaba en público durante los entrenamientos? Sin dudarlo. ¿Tenía sus propias válvulas de escape, como Las Vegas o el golf? Parece demostrado que sí. ¿Tenía una pugna con la dirección de los Bulls y, especialmente, con Jerry Krause, al que ninguneó en más de una ocasión? Sí, sí y sí.
Michael Jordan no era el ángel incorrupto que muchos, especialmente, en los Estados Unidos, querían creer. Pero tampoco es el demonio. Air era competitivo en todo. Como el mismo declaró “Me vuelvo loco cuando pierdo”.
Pero no dejó de ser una persona. Imperfecta, pero una persona que quería sacar lo mejor de sus compañeros. Que quería dar lo mejor a los aficionados. Que era consciente de lo que les costaba a los ciudadanos de Chicago conseguir el dinero para comprar una entrada y que quería que volviesen a casa viendo a su equipo habiéndolo dado todo.Jordan aceptó participar en el documental y fue honesto (y no todo el mundo apoya la versión del programa). Respondió a las preguntas. Se mostró como es. Explicó cómo fueron las cosas en esa época. Y es consciente de que todo ello le pasará factura a su imagen pública. Cada uno tendrá su opinión al respecto, pero tal vez haya que agradecerle el hecho de desnudarse ante las cámaras en lugar de demonizarlo por ser, simplemente, un jugador competitivo hasta la médula.